Tres mujeres y un martillo

mujer con una maza
Esta es la historia de por qué decidimos unirnos y por qué cada vez que nos reunimos pensamos que nos necesitamos más que nunca. El título podría haber sido mas bien: «tres mujeres y dos plataformas», y quizá, más ajustado a la realidad actual, algo así como «cinco mujeres con ganas de coger una maza». Es más épico el anterior, como «dos hombres y un destino» (sic), aunque menos beligerante.

El mundo de la participación no está exento de marcos  binarios que determinan las formas de trabajo. La «vieja escuela», basada en el asociacionismo y con un enfoque más analógico, con reuniones a veces infinitas. Por otro lado está la «nueva escuela» más basada en el unipersonalismo y muy enfocada al ámbito analógico donde se rinde pleitesía al poder del click; y otras muchas, pero os hacéis una idea. También hay mucha testosterona y dos colores: el rojo y el azul. Y no son dos vertientes políticas, no. Son dos herramientas.

Con todos estos elementos se forman unos ecosistemas curiosos en los que nos toca vivir, habitar y poner nuestro punto de vista. Ese punto de vista de «mujer» si lo hay, desde luego con otra mirada: una mirada en común de las Hybridas. Y esa otra mirada es la razón de esta historia.

Como en un partido de fútbol, como una meada de pie, como el tamaño de una maza en las manos, resulta que, también, en el mundo «profesional» de la participación, al final, lo importante es el producto y  a través de su cuantificación, ganar: la herramienta que hace más cosas, el número de estudios publicados, las charlas con más tecnicismos tecnopolíticos, el proceso con más participantes, el que se gasta más dinero… y llegamos nosotras,  y entramos en el campo hablando de, si fuera en fútbol, la deportividad: «¡el proceso!», «¡lo cualitativo!».

Y claro, es un sí. Te dicen: «la deportividad mola», «te retuiteo la deportividad», «¡Bravo por vuestra deportividad!» pero a la hora de jugar, en el día a día, otro gallo canta (y es un gallo y no una gallina). Y es que en congresos, diseño de procesos, grupos de conocimiento, etc. la dinámica subyacente sigue siendo las mismas reglas del juego, que no ayudan mucho a practicar la deportividad.

Y vamos a salir de metáforas y vamos al grano.

La participación ciudadana, según nuestro criterio ha de ser más parecida a una artesanía que a una cadena de montaje. Aunque los procesos, se dividan en cajas de fases y acciones dentro, lo que sucede es relevante y complejo: pensamientos, personas, ideas, sentimientos. Pasan cosas más cercanas a la sociología, la psicología, la biología, los ecosistemas o la naturaleza; que al mundo industrial. Esto provoca que esas cajas y cajitas no siempre se puedan ordenar igual, no siempre cuadren, porque no son un puzzle concreto sino un juego de piezas de equilibrio. De hecho, si lo que queremos es «aprovechar la inteligencia colectiva» no podemos «puzzelizar» en serie. Y si lo hacemos de manera estandarizada, proyectaremos  la misma imagen y obtendremos las mismas soluciones. Nada mejor, más imaginativo, más humano, más inclusivo. Sólo cosas parecidas.

(música: little boxes)

«Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo»

Y en los grupos de trabajo, sean en colectivos o en empresas, pasa igual. ¿Quién no ha estado en un grupo dónde las mujeres hemos ido callándonos y cayéndonos -dícese abandonando poco a poco-? ¿Quién no ha analizado que sigue pasando lo mismo en los grupos nuevos? Dinámicas que se reproducen: el detalle, el proceso, la atención a la diversidad, la escucha real de todas las voces, la comunicación empática, la comunicación no violenta, el cuidado, el mimo y en su defecto: la falta de todos ellos.

No podemos seguir creando espacios que comunican lo que no practican, generando términos vacíos: participación ciudadana, procomún, horizontal, democrático, ni mucho menos feminismo. No podemos, nombrar estos principios y valores para describir nuestro producto si en el proceso de creación de esos proyectos, herramientas o metodologías, estos valores no están presentes. No será feminista si seguimos sin ponerlo en práctica en casa: en el grupo de trabajo que lo va a realizar.

Hace unos días, el grupo de «cuidando» de uno de los espacios en el que estamos se desintegró. Se desintegró por los mismos motivos de siempre: las personas que tiran, trabajan y preparan recursos, encuentros o espacios para el grupo, se cansaron de la falta de detalles ¿Quién cuida al que cuida? De la falta de respuesta, del ninguneo de lo que supone hacerlo. Así que se cansaron y ya no quieren más.

Hace unos meses, personas de los movimientos municipalistas se latigaban y no comprendían qué podía haber pasado. Por qué algunos de esos espacios no tenían fuerza, ya no eran atractivos. Se hablaba de falta democracia interna, de mecanismos, de con qué herramienta digital (again).

Cada día, la voz de una mujer con responsabilidad es silenciada o ninguneada por sus colegas de menor rango. Cada día, una persona que se ha dejado la piel no es reconocida por sus esfuerzos; una mujer es no escuchada en su grupo activista autodenominado feminista; se atribuyen las ideas de una mujer a un hombre;

Cada cierto tiempo se organizan jornadas de participación con voces de ponentes que hablan de lo que ya han hecho y si se hacen talleres, en los que co-aprender, cuyo diseño lleva mucho más trabajo, no se valoran.

Cada día, en los grupos y como tal también en las familias, hay una compra hecha a tiempo a pesar del cansancio, una serie de pañales cambiados a pesar del sueño, una cita médica pedida a pesar del dolor de cabeza, una colocación o limpieza a pesar de la falta de tiempo; una última parte del postre que se cede a pesar de que es el favorito; cada día, muchos detalles que pasan sin pena ni gloria.
Y de eso, resulta, que va el feminismo y las redes sororas. Comprender también la conexión de lo sutil y lo visible, de lo local con lo global, de que las formas de hacer las cosas en tu entorno se trasladan a cuándo haces cosas en niveles con más repercusión.

Si no existe el hombre champiñón, no existe la democracia seta. No surge por generación espontánea. Las cosas hay que trabajarlas, dedicarles tiempo, atención y cuidado.
Si se quiere poner la palabra feminista o mirada de género en un proyecto, grupo, o política pública; es necesario no sólo comprender esto, sino aplicarlo. Y sí, lleva tiempo y los resultados no son inmediatos. Pero son duraderos. Y reales.

Yayo lo resumió muy bien.

 

Y lo necesitamos con urgencia. Se nos acaba el planeta, se nos mueren las personas, se nos asesina…
Y hay una polaridad mayor que el rojo o el azul: el unos pocos muy bien o la gran mayoría de forma sencilla, quizá decreciente pero en convivencia. Y para esto, tenemos que cambiar primero las dinámicas internas.

Pero tenemos que aprender a querernos mejor. Todo el planeta. En todos los grupos. En todos los ámbitos.

Y por eso nos necesitamos entre nosotras: porque estamos transitando el querernos mejor, para poner nuestro granito en que las políticas, las dinámicas grupales y la participación ciudadana tenga esta perspectiva.

La perspectiva del cuidado. La perspectiva Hybrida.

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